miércoles, 6 de julio de 2011

sin título.

Un avión traspasaba el cielo cuando ella miraba a través de la ventana. Un murmullo lejano le hacía que su corazón latiese fuerte. No está acelerado, pero son latidos pesados y profundos, que duelen. Una ansiedad abría paso a lo que serían unas lágrimas amargas.

Atrapado, acorazado, desilusionado, hundido... Muerto. Casi todo estaba muerto. Solamente su cabeza le permitía observar los restos que yacían sobre el campo inmenso y desértico de su alma. Ni una gota de vida ni esperanza.

Bajó la persiana. Ni una gran taza de chocolate ni observar el cielo despejado por el que cruzaba un avión hacía sentir mejor. Se dio la vuelta y se puso los zapatos. Es hora de desandar lo andado o de dejar todo atrás. De empezar de cero o quizás de destruirlo todo. De dar vueltas en círculos pensando a dónde ir o de recuperar el camino. De vivir infeliz en un mundo ficticio o de enfrentarse a sus miedos más profundos. Es hora de recuperar las riendas de la vida y hacer que toda ella resurja de las cenizas. De buscar esas sensaciones que parecen tan lejanas. De elegir, y aprender... o arrepentirse.

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